por Ánfer Chávez Contreras
Durante gran parte del siglo XX,
o un poco más atrás, eran muy pocas las culturas en el mundo que mantenían aún
la filosofía del tatuaje, y se encontraba un número reducido de personas en
Occidente que mantenían dicha práctica pero con un fin no muy claro, entre
estos: los marineros y los delincuentes.
Un ejemplo de esto lo vemos en el
personaje principal de la tira cómica más famosa de Elzie Crisler Segar, Popeye
El Marino. Nuestro amigo Popeye es un marinero tuerto con un ojo saltón, de
aspecto atlético y con un tatuaje de un ancla marina en uno de sus brazos.
También consumía lo que podemos inferir más rápidamente como marihuana, que le
daba “fuerza especial” y le permitía salvar a sus amigos de las hazañas de los
malos. Esto se puede deducir fácilmente ya que para los años 20’s y 30’s, se
conocía a la marihuana en Norteamérica como espinaca, pero esa es otra
historia.
Sexo, tattoo y rock'n roll
Tiempo después, viene el rock
durante los años 60’s a hacer un trabajo, digamos, integrador que ya venían
haciendo con mucha fuerza durante los 50's grandes exponentes de la literatura
como Rubén Darío o Cortázar. Es aquí donde empieza con más fuerza una
unificación de las culturas orientales y su sabiduría a Occidente y surgen las
llamadas olas de la paz y amor de manos de la contracultura hippie (Los Beatles
y su viaje a la India, por ejemplo).
Aunado a esto, también encontramos un paralelismo de un creciente número
de jóvenes que manifiestan la misma esencia de la contracultura pero desde el
otro extremo: la rebeldía, desobediencia al sistema y constante rechazo, el
punk pues.
También, muchas culturas precolombinas usaban el tatuaje en sus
vidas y éste estaba relacionado con la guerra y la espiritualidad, pero la conexión de los
jóvenes con los tattoos a partir de la segunda mitad del siglo pasado pudo muy
difícilmente venir de aquí.
Es así como el tatuaje se trae en
gran parte desde Asia y se aplica de forma rebelde en contra del sistema. Ya no
serían los delincuentes o marineros quienes estarían marcados sino un creciente
número de jóvenes. Al mismo tiempo, Suramérica se contagia casi de inmediato y
por ende Venezuela, quien está a la cabeza de ella.
Llegan los 80’s a Caracas y
empiezan a incursionar los primeros tatuadores en Venezuela quienes harían vida
desde la clandestinidad e infectarían también a muchos, ya que sus herramientas
gozaban de una improvisación asombrosa y el tatuador tendría que esperar muchos
años más para conocer los equipos modernos y seguros con los que hoy en día
trabajan. Pero tardaría un poco más para que el arte del tatuador se esparciera
por todo el país así como también un cúmulo cada vez más grande de rechazo
hacia las personas que lucían abiertamente diferentes tatuajes a los ojos de
todos.
Obviamente, el valle de San
Cristóbal no pudo escapar a ello, pues la llegada del tattoo era por todos
lados, tanto por Caracas como por Cúcuta, donde hoy en día se encuentran
respetados tatuadores de toda Colombia.
Si revisamos la historia, nuestra ciudad tuvo muchos problemas
con la acepción de personas diferentes en apariencia a las locales. Incluso, los habían tenido con otro factor aún latente en menor
medida: el racismo. Más específicamente en la época de Gómez y años posteriores, cuando había
ciertos grupos que tramaban desde la política regional ciertas medidas racistas
en donde tenía metidas las manos Mario Briceño Iragorry, gobernador de Trujillo
para aquel entonces. Su objetivo era mantener la pureza de la raza andina,
estableciendo filtros en la migración de personas de la costa hacia Los Andes.
Para colmo de ellos, no pasarían ni 40 años de eso y ya tendríamos una juventud
tatuada sea o no de color.
¿Rebeldía, significado, arte en la piel?
Pez Koi / Foto: Francisco Colina - Diseño de Nitaychandra Abhaduta Perozo
Para muchos, hoy el tatuaje pasa más allá de ir contra algo para integrarse al cuerpo y de esta manera darle un
nuevo sentido a través de novedosos significados y diseños. Parece
que desde hace ya un tiempo quedó atrás el tattoo concebido como una respuesta social contra los sistemas, el control y todos sus derivados, notándose en estos tiempos otro modo de integrar el tattoo a la vida personal. Veremos.
Jóvenes de aquí, jóvenes de allá.
Jóvenes al fin y al cabo en nuestra ciudad. Tan normales entre nosotros que
decidieron llevar el arte sobre su piel:
Kelly Carvajal (19), vive en San
Cristóbal y actualmente practica la danza aérea. Le interesa toda sensación
relacionada con el vuelo y el aire. Tiene sólo un tatuaje a un costado de su
cadera el cual es el símbolo del nuevo álbum de estudio de la artista islandesa
Björk. Cuenta que el símbolo representa analogía y reflexión del universo. No
está dispuesta a hacerse más tatuajes por ahora, aunque alega que podría darle
paso a otro que en un futuro esté relacionado con este único que posee.
Prefiere los tattoos pequeños y algo ocultos.
Pequeños tatuajes, grandes significados / Foto: perfil de facebook
Eduardo Vergara (24), vive
también en San Cristóbal. Es DJ y graduando de Comunicación Social. Nos dice
que sus tatuajes gozan de significado, ya que es arte en la piel y ésta a su vez
es la representación de la emoción del hombre. Tiene dos tatuajes gemelos cerca
de ambos hombros y otro compuesto al costado de su brazo izquierdo. En estos
momentos se encuentra planeando su cuarto tatuaje y asume la existencia de
estos en su cuerpo como algo muy personal, conectado a su centro
emocional.
Tattoos gemelos y música / foto: perfil de facebook
Felipe Álvarez (21),
sancristobalense. Líder de una banda de Thrash Metal y estudiante de
Licenciatura en Música. Para Felipe el tattoo es un medio canalizador de paz y
tranquilidad, reflejando en su piel distintas concepciones que para él son importantes. Prefiere los tatuajes grandes y visibles. Su brazo derecho,
izquierdo, pecho y abdomen albergan los únicos cuatro tattoos que posee. Afirma
que hay muchos tatuajes en sus planes que vendrán conforme al tiempo y a su
decisión.
El tattoo en el siglo XXI, cuestión de "actitud" / Foto: perfil de facebook
Grégori Sánchez (22), también de
la ciudad. Es baterista. Posee siete tattoos repartidos de la siguiente forma:
espalda casi en su totalidad, pecho, muñecas, antebrazo y batatas. Todos sus
tatuajes vienen de experiencias vividas que lo marcaron y quiso dejar registro de ellas a través de ambigüedades. Su plan con los tatuajes aún no
termina pues tiene pensado marcar sus brazos completos y parte del pecho.
Aclara que no le interesa en absoluto si cae en el prejuicio a causa de sus tatuajes
pues son ya parte elemental de él.
Espera tener sus brazos totalmente tatuados muy pronto / Foto: perfil de facebook
Jesús Ramírez Alves (23) se crió
casi toda su vida en Táriba y ahora lo hace en San Cristóbal. Forma parte de
varios colectivos de poetas “sucios” que han emergido últimamente, aunque
también estudia Español y Literatura. Posee tres tattoos ubicados en su pecho y
parte de los brazos. Aclara que sus tatuajes no tienen nada que ver con
rebeldía, puesto que son frases de tres escritores de gran importancia para él como
Charles Bukowski, Charles Baudelaire y Jorge Luis Borges. Los califica como
existencialistas, un poco espirituales y por supuesto filosóficos. Las frases
de estos tatuajes están escritas en árabe, hebreo e inglés. A futuro piensa
seguir plasmando alguno que otro tattoo en su piel aunque sólo letras.
Su pasión por las letras está a la vista de todos / Foto: Perfil de facebook
Vicente Mora (23) taribense.
Baterista y percusionista. Tiene un solo tatuaje en su brazo relacionado
directamente con su signo zodiacal y sabe que vendrán más. Vicente le da un
carácter fantástico, así como de etapas de vida al tatuaje. Opina que las personas
pueden encontrar cualquier razón para convertirla en arte plasmado en la piel.
Dice que a veces los tatuajes son planificados o pueden salir desde la espontaneidad de un segundo.
Astrología y tattoos, algo muy común hoy día / Foto: perfil de facebook
Esta es la breve historia de
Nityananda Abhaduta Perozo. Tiene 27 años y es un caraqueño que ahora vive en
Rubio, una ciudad a unos 21 km de San Cristóbal. Su madre es de la India y
emigraría a Venezuela hace un buen tiempo. Su papá es caraqueño de cepa aunque
tiene más de unos 15 años viviendo en Chichiriviche, en la costa norte del país. Actualmente es conocido
como "Nitay" ya que ahora usa con mucha más regularidad el nombre
Nitaychandra, también hindú. Aquí un breve encuentro con él.
"Nitay" Abhaduta Perozo. Tatuador desde San Cristóbal a Rubio / Foto: Perfil de facebook
¿Tatuaste o te tatuaron; qué
sucedió primero?
— Me tatué a mí mismo primero. Fui
la primera persona a quién tatué y también mi primer tatuador. Desde niño me
gustaba mucho dibujar, la música y la espiritualidad. Como mis padres son de
religión hindú nunca me interpusieron obstáculos para hacer lo que hacía con
respecto a esas artes.
Se te ve muy tatuado. ¿Cuántos
tatuajes tienes ahora? ¿Hay más en los planes?
— Ahorita tengo 19 tatuajes.
Todos tienen un significado espiritual para mí y también sentimental. Digamos
que es lo que conduce a casi todas las personas que han acudido a mí a
tatuarse. Hay cinco tatuajes aún en mis planes que me los haré conforme fluyan
las cosas.
Eres una persona mitad
afrodescendiente por tu padre y de la India por tu madre ¿Cómo te llevas con el
prejuicio social, ya que eres de color, tatuador y posees numerosos tattoos?
— El prejuicio de la sociedad no
me afecta. Creo que si me afectara sería una persona que no estaría segura de
lo que hace y además no me sentiría bien siendo lo que soy. Quien no se ve
afectado tiene la conciencia tranquila y no cae en malos hábitos ni vicios. No hay
por qué temerle a los prejuicios que andan por allí... imagínate, hasta los
doctores que salvan vidas todos los días tienen este problema, también caen en
el prejuicio de los demás, así que no hay que darle mayor importancia ya que la
gente siempre va a tener algo bueno o malo qué decir de los demás.
Nitay estima haber superado sus 2000 tatuajes hechos / Foto: perfil de facebook
¿Desde cuándo empezaste con todo
esto?
Hace unos ocho años empecé a
tatuar a varios amigos; luego, conforme pasaba el tiempo, me fui creando un
renombre y creo que es la única diferencia de mi vida antes de ser tatuador y
luego de serlo, que ahora sólo soy una persona pública pero más nada, creo que
siempre debes ser lo que debes ser y no cambiar solo porque tienes algo de
fama. Creo que ya pasé mis 2000 tatuajes hechos.
Imagino que vives ahora
totalmente de eso, ya que según he leído, el negocio de tattoo se ha expandido
tanto, que ahora puede ser tranquilamente un trabajo. ¿Cómo te ha ido?
Sí (risas). Dependo
económicamente del arte de tatuar ya que tranquilamente, pero con mucho
trabajo, puedo hacerme varios sueldos mínimos al mes. Nunca pensé que podría
vivir de esto, yo simplemente tatuaba porque me nacía y creo que eso es lo que
deben hacer todos, desarrollarse en lo que sienten felicidad y todo fluirá
estupendamente.
La realidad cultural del joven
sancristobalense se ha anclado tanto a la nacional y muchas veces a la mundial,
que se hace difícil hoy en día separar las cosas, por lo que el proceso que
viven los jóvenes a nivel mundial, al menos en cuanto a Occidente, es casi el
mismo. Estos se han encontrado durante los últimos años con muchos detractores
así como con un gentío que acepta y comprende que el estar marcado, parcial o completamente no influye en nada que cause preocupación, eliminando así considerables prejuicios acerca de este tema.
Analizando los comentarios de las
entrevistas, podemos caer en un marcado sentido del individualismo
del ser, expandido luego a los tattoos. Todos alegaron el rol individual y de
significado particular para ellos. Paradójicamente, el gusto por hacer más visible su tattoo
prevalece. Es aquí donde aparece el sentido comunicativo del tatuaje hacia un
colectivo, y donde se le da un sentido extrínseco dual, es decir, el que le atribuye su portador y el que le dan los demás, que muchas veces sirve de
caldo de cultivo a todos los perjuicios existentes, en contraste con el intrínseco,
tan importante como el anterior, ya que el tattoo se puede valer por sí mismo a consecuencia de su diseño. En definitiva, el tatuaje parte del yo-hacía el yo-y por el yo, pero también hacia los demás, como una extensión física de la personalidad.